A principios de mes, en el trascurso de unas jornadas formativas que participé, alguien me dijo que cuando les hablaba de mi trabajo se me iluminaba la mirada. Como yo no me veo, no puedo certificar tal afirmación, pero sí puedo decir que lo que siento que se me ilumina es el alma. Porque contribuir a que la mente de un niño se abra al mundo es un honor que muy pocos pueden disfrutar, al mismo tiempo que una responsabilidad abrumadora. Porque aprender con todos y cada uno de ellos, es una oportunidad única que no se encuentra en ningún manual, ni te enseñan en la carrera.
Aprender, sí. Cada día y de cada situación.