Por fin encuentro un hueco para
hablar del periodo de adaptación, pero previamente quiero que conozcáis cómo se
desarrollan las primeras relaciones socio-emocionales del niño, para entender mejor algunos conceptos como apego, figura de apego y base segura. Vamos a
empezar por el principio.
Cuando un niño nace es un ser
totalmente vulnerable que presenta tres necesidades básicas: alimentación,
cuidado físico y atención. Esta atención se refiere a la interacción especial
que se establece con el cuidador principal, generalmente la madre, se refiere a la
afectividad, el lenguaje, la comunicación emocional, el sostenimiento, la relación corporal
mediante el tacto, la mostración de objetos, etc. Así, se establece un vínculo
especial que será el primero para el niño y que será la base de su desarrollo
posterior, sobre todo a nivel emocional y de la propia identidad. A esta
relación tan especial es lo que se conoce como “apego”, y, aunque nos parezca
raro, no siempre se produce el apego seguro, que es el modelo ideal. (También existe el apego ansioso
ambivalente, el evitativo, el desorganizado; en general dañinos para la
formación de la personalidad)
Jhon Bowlby, uno de los primeros
investigadores de este tema, consideró esencial para la salud mental de las
personas, que el bebé y el niño pequeño experimenten esta relación cálida,
íntima y continuada con la madre o cuidador principal, que se constituye así en
la “figura
de apego”.
La otra función de la figura de
apego es actuar como “base segura”,
es decir, trasmitirle seguridad, contenerlo emocionalmente, enseñarle a
solucionar sus pequeños conflictos, etc., hasta que pueda hacerlo él solo. Esta
base segura permite al niño alejarse de ella poco a poco, jugar, explorar su
entorno, etc., porque sabe que en caso
de apuro (una caída, un susto, un niño que quiere su juguete, etc.) su mamá, su
base segura, estará ahí para ayudarlo. Resumiendo, si el niño se siente seguro, es un niño que explora. Y
esta capacidad de explorar es la base del aprendizaje.
A medida que el niño va evolucionando,
aparecerán las figuras de apego secundario, el padre, los abuelos, los
hermanos…y cuando el niño entra en la escuela, en este caso la guardería, su
cuidador.
Pues bien, en el periodo de
adaptación se trata, fundamentalmente, de que, de una forma gradual, el niño
acepte a su educadora como una nueva
“figura de apego y base segura”, creando un nuevo vínculo emocional que
le proporcione la certidumbre y
confianza necesarias para sentirse bien
en este nuevo escenario.
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