viernes, 20 de marzo de 2015

Experimentos con el agua III.

Tercera fase del taller del agua.
Este día presenté objetos  ya conocidos pero realizados con otros materiales: Tapaderas de metal, y vasos de plástico. Si anteriormente se extrañaron de que había cubiertos y cucharas (de plástico) que flotaban, esta vez el desconcierto llegó porque las tapaderas (ahora de metal) se hundían, en contra de lo que habían visto que sucedía con las de plástico. Así que metían la mano al fondo, las recogían y las volvían a colocar con cierto cuidado en la superficie, esperando que se quedaran allí, flotando. Pero claro, como eran de metal se iban otra vez al fondo. Y lo mismo sucedió con los vasos de plástico, que ellos esperaban que se hundieran. Sin embargo... -¡no se hunden, no se hunden!, protestaba Lucía.
Ella quiso ir más lejos, y se empeñó en que tenía que meter un  corcho dentro del vaso de cristal. Claro, operación imposible, porque el corcho, en cuanto lo soltaba, subía a la superficie y el vaso se quedaba en el fondo. Lo intentó una y otra vez,  sin resultado. Después lo intentó colocando el vaso boca abajo, pero nada, el corcho no se dejaba atrapar. Sin embargo surgió una  sorpresa, pues al intentar hundir el vaso bocaabajo el aire salía haciendo burbujas -Mira, mira, salen pompas de jabón.
 -¿Has soplado tú? le pregunté para hacerla pensar (ese mismo día habíamos hecho pompas de jabón soplando con el pompero). -No, yo no, el vaso, sopla el vaso. No sabía si echarme a reír o abrazarla.  Sin embargo Lucía es de ideas fijas, y ni las burbujas consiguieron que cambiara de idea. Finalmente consiguió atrapar el corcho dentro del vaso y del agua. Esta es la prueba:



  


Para terminar los “experimentos del agua” les dejé que trasvasaran el agua de la bañera al cubo, utilizando los vasos. Mi objetivo es que se dieran cuenta de que en el cubo entran muchos vasos de agua (L. matemática), pero no sé si fueron conscientes de este hecho. Lo que sé es que se pusieron pingando, entre carcajadas y salpicaduras. Echaban el agua desde distintas alturas, y aprendieron que cuanto más levantaban el vaso, más salpicaban. Y cuanto más salpicaban mas se reían. (¡Menudos charcos, para chapotear, 'eh Samira!) 
Si, como dice la neurociencia, los aprendizajes ligados a las emociones positivas son los más duraderos,  aquí tenemos una cantera de pequeños científicos que no olvidarán sus primeras nociones de la física del agua.

Claro, de inmediato hube de cambiarles de ropa. Marcos quiso ponerse él solo los calzoncillos, y lo hizo requetebién (teniendo en cuenta que hasta hace unos días metía las dos piernas por el mismo agujero), solo que los calzoncillos estaban del revés. -Mira, yo solito. – Qué bien lo has hecho!, le reconocí. Es que, ¿cómo le iba decir que estaban mal puestos después del enorme esfuerzo que le supuso? La que no quedó muy contenta fue Lucía, que quería ponerse un vestido “de bailarina” como el de Samira. ¡Vaya imaginación!  

Y al final, como siempre, hay que dejarlo todo ordenadito, así que ellos solos recogieron y metieron en bolsas su ropa mojada.




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