martes, 10 de marzo de 2015

La pena de Marcos. Regulación emocional



El otro día le prometí a una mamá preocupada por el bienestar emocional de su peque que escribiría algo sobre las emociones en los niños. Como en la guarde hay niños de todas las edades, empezaré por contaros cómo se van desarrollando las emociones desde bebés, y después hablaré de regulación emocional, a raíz de una anécdota sucedida el lunes con nuestro pequeño Marcos.

El desarrollo emocional es un proceso importantísimo en el desarrollo de una persona, que depende de las primeras relaciones que el bebé establece con el entorno social (familia) que acoge su llegada al mundo, aunque en muchas ocasiones no se le da la importancia que realmente tiene.

El ser humano nace totalmente dependiente del adulto porque carece de recursos para la supervivencia, es decir, es totalmente vulnerable. Este adulto, la dará cuidados, protección y afecto, un afecto que le ayudará a establecer una vinculación que será la base de todo su desarrollo emocional. Es lo que se conoce como apego.

Cuando nace, en el bebé dominan sensaciones fisiológicas asociadas al hambre, sueño, dolor, etc. En esta fase su modo de trasmitir información es mediante el llanto (malestar) y la sonrisa (bienestar). A medida que pasan los días se van desarrollando las emociones, que describo a continuación según secuencia cronológica:

  • Durante el primer mes: pueden sentir placer, interés, disgusto o malestar. Comienzan las primeras muestras de sorpresa, sobre todo si se produce algún estímulo nuevo después de la habituación a uno anterior.
  • A los 2 meses: aparece la sonrisa social. La sonrisa que ya existía en el mes anterior como gesto, traducía fundamentalmente una sensación fisiológica de bienestar, por ejemplo después de saciar el hambre. A los dos meses comienza la sonrisa como reconocimiento de personas. La reacción positiva del adulto ante la sonrisa del niño es lo que la convierte en una herramienta básica de comunicación de emociones positivas para el bebé, y le da por ello un valor social.
  • Entre los 3-4 meses: muestran tristeza y enfado. Son emociones más evolucionadas que el simple malestar, sobre todo porque se encuentran asociadas a algún estímulo externo, (antes obedecía a estímulos internos, como el hambre o el cansancio, el sueño, etc.)
  • A los 4 meses: se ven claramente la rabia, sorpresa y alegría. Se va adquiriendo una mayor capacidad de relación con el entorno y las emociones van siendo cada vez más complejas y adaptadas a la situación.
  • A los 7 meses: comienzan las expresiones de miedo y las primeras muestras del temor a los desconocidos. El niño ya tiene en su memoria un conocimiento del entorno habitual y el vínculo con la/s figura/s de apego ya está constituido, por tanto es consciente de que cuenta con una o varias personas que le brindan una base segura. Cuando hay algún estímulo desconocido y desagradable el niño no solo lo evalúa como sorpresa o malestar, ya es capaz de verse desprovisto de protección, de donde nace el miedo y la ansiedad de separación.
  • Hacia los 11-12 meses: con el desplazamiento autónomo (arrastre, gateo, parada), el niño ya puede dirigirse a estímulos que le interesan, adquiere un mayor conocimiento del entorno y de otras personas, apareciendo por primera vez la timidez y la vergüenza. También comienza en esta fase la empatía: con un año los niños muestran pena, simpatía o ira en relación a otros cuando estos expresan externamente estos sentimientos.
  • Entre el año y medio y los dos años: adquieren una capacidad más profunda, son capaces de reflexionar sobre los “sí mismos” (entendimiento de la individualidad de cada persona como ser diferente de los demás) y actuar en consecuencia, reconocen la tristeza en el otro y pueden intentar consolarle, por ejemplo. 
  • A los 24 meses: ya se ven las primeras muestras de orgullo y obstinación, el niño es consciente de su propia conducta y de ciertas consecuencias. Al haber tomado conciencia del “sí mismo”, y saberse diferente de los demás, los otros se convierten en fuente de oposición que limitan el cumplimiento de sus deseos. Aparecen entonces las conocidas rabietas, clásicas en esta etapa.
  • A los 3-4 años: aparece la envidia y la culpa. Esta última no es todavía un sentimiento producido por la internalización de normas morales, más bien se trata del malestar que produce el castigo por algo mal hecho.
  • A los 5-6 años: aparecen sentimientos complejos como la inseguridad, humildad y confianza en sí mismo.

En la medida en que estas emociones van apareciendo en el niño, nos indica en qué nivel de desarrollo emocional se encuentra. René A. Spitz, psicoanalista especializado en el desarrollo infantil, consideró la existencia de tres hitos necesarios en la evolución emocional, que nos indican si se está dando un desarrollo emocional óptimo del niño. (Aunque exista cierta variabilidad en cada niño, tanto en la fecha de aparición como en el grado). Los tres hitos son:

- La sonrisa del tercer mes. En esta etapa ya debe estar formada y “utilizada” por el bebé para comunicar al adulto un estado interno.
- La ansiedad ante los extraños del octavo mes. Se debe que el pequeño ya tiene una imagen interna de sus cuidadores principales y es capaz de compararla con la del desconocido.
- La aparición del NO. Hacia los quince meses, con las nuevas capacidades motoras, el bebé se expone a más riesgos, por lo que escucha con más frecuencia el “no” en los adultos que lo cuidan. Por identificación e imitación de esos adultos adquiere el significado de la negación, del rechazo, que él traduce en el movimiento de negativo de la cabeza, incluso con la palabra NO.


Ya he explicado lo que va sintiendo el niño a medida que crece, ya sea por estímulos internos o externos. Sin embargo el bienestar personal no se basa tanto en las emociones que tenemos como en el manejo que hacemos de ellas. No hay emociones buenas ni malas, de igual modo, no se pueden eliminar las que nos produzcan malestar, la clave está en saber gestionarlas.

Para que un niño pueda comprender y manejar lo que siente, necesita de un agente externo que le ofrezca un modelo flexible y eficaz de regulación, para que con el tiempo pueda llegar a interiorizar haciéndolo propio. Esta capacidad es algo que adquirimos desde nuestras relaciones más tempranas y que se ha llamado la Regulación emocional. Voy a explicarlo con un ejemplo:

David, de tres años, juega en el salón mientras su mamá le vigila y plancha. Intenta pasar de una silla al sofá, pero se cae al suelo y comienza a llorar tocándose la cabeza. Su madre se acerca presurosa, le levanta con cuidado, le abraza, le revisa la cabeza y le dice “mira, te duele un poco, pero no te has hecho herida, en un momento se te pasará, lo peor ha sido el susto de caerte”. David comienza a calmarse y al poco ya está jugando de nuevo.

David ha recibido de su mamá un estupendo modelo de regulación emocional, que, si se mantiene en el tiempo, le enseñará a autoconsolarse cuando vuelva a caer. Analicemos lo que ha pasado:
La madre le ha trasmitido que está pendiente de él, que acude cuando la necesita (Respuesta comportamental adecuada), pero también ha reconocido su dolor y como sabe que no es una caída grave, se lo ha hecho ver y lo tranquiliza. Pero lo más importante es que da valor y pone palabras a lo que David no es capaz de comprender: se ha llevado un buen susto.


Y ahora, la anécdota sucedida ayer:

Marcos llegó llorando a lágrima viva. Me extrañó que lo trajera a la guardería su papá, pues siempre viene con la madre. Esto podía significar varias cosas: O bien su madre estaba en casa por alguna razón, y entonces quería quedarse con ella como un sábado o domingo cualquiera, o bien había tenido que irse a algún sitio, por lo que él la echaba de menos. Me agaché a su altura y le hablé con suavidad, mirándole a los ojos.
-Marcos, mi niño,¿qué te pasa?
-Mamá, mamá.
-Querías ir con mamá?
- Sí
-Ya veo, querías ir con mamá y no ha podido ser.
-Sí
-Y eso te ha puesto triste.
- Sí
- Quieres que te ayude con la pena?
-Sí
- Quieres que te dé un abrazo?
-Sí
Me siento con él, le limpio las lágrimas y lo abrazo hasta que da muestras de que se le ha pasado o que ya no necesita de mí. Al poco se suelta de mis brazos y se va a jugar.

Veamos los pasos que hay que dar, que yo he dado, para calmar una pena tan intensa:

  • Reconozco el estado emocional del niño. No lo ignoro. Veo que está triste. Atención, no está enfadado, ni frustrado, ni enrabietado. Está triste y está llorando.
  • Respuesta comportamental adecuada. Me acerco, me agacho a su altura, lo hablo con suavidad, le miro a los ojos. (¿Qué te ha pasado? -Mamá)
  • Pongo palabras al estado emocional y lo nombro. Ya veo que estás muy triste, mi niño. Querías ir con mamá y no ha podido ser.
  • Relaciono el estado emocional con el estímulo negativo que lo ha provocado (no ha podido ir con mamá).
  • Reconozco y legitimo los afectos del niño. Claro, y eso te ha puesto triste. Aquí hay que evitar comentarios negativos del tipo "Eres un caprichoso, Eres un trasto" (en el caso de David), o que minusvaloren la emoción del niño (Por eso no se llora, hombre. Mira que escándalo por nada), o traten de engañarlo (No llores, que mamá viene dentro de un momento)

Marcos ha vivido la experiencia del afecto (tristeza intensa) y su entonamiento* por parte del adulto, por parte mía. Ha recibido la información que he hecho de su estado emocional y por ese enunciado mío él ha reconocido subjetivamente su estado interno (está triste). El sentía malestar pero no sabía ni cómo expresarlo ni cómo nombrar ese malestar, y eso lo acrecentaba aún más. Con mi intervención, ha vivenciado y experimentado qué procedimientos utiliza un adulto para disminuir o eliminar esa emoción displacentera. Todo esto pasará a formar parte de su memoria procedimental y poco a poco, a través de situaciones similares repetidas, empezará a poner en práctica esos mismos procedimientos, reforzado por el deseo que todo niño tiene de ser igual al adulto. Poco a poco, él mismo será capaz de regular la emoción en esta situación, sin necesidad del adulto. Pero poco a poco.




Fuente: E.Dio Bleichmar, Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. (2005)

4 comentarios:

  1. Muy buen artículo, Lucía, ¡enhorabuena!

    Has dado unas pautas estupendas para el comienzo de la regulación emocional en los más pequeños. Felicidades por tu labor educativa, tanto en el aula, como a través de tu blog.

    Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme :).

    Un fuerte abrazo,

    Belén Piñeiro
    maestradecorazon.com

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    1. Gracias, Belén. Para mi eres un referente en Educación emocional, y tu comentario me afirma en la importancia de ayudar a que los peques aprendan a reconocer y regular sus emociones.

      Un abrazo,
      Lucía.

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  2. Hola, desde Chile escribo... porque haces hincapié en diferenciar que es pena lo que siente el niño y no rabia ni enfado ni frustración? es que hay otra forma de ayudar al niño si esta pasando por esas situaciones?

    Cariños y demasiadas gracias por tu blog, ojalá en Chile se actuara de esta forma en este tipo de ocasiones, la verdad me ha costado mucho encontrar un jardín para mi hijo por este motivo, es super apegado a mi y le cuesta estar lejos mío y la verdad me cuesta manejar tb mi angustia, aunque intento no traspasársela.

    Un abrazo

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    1. Gracias, Wanda.
      Es importante identificar la emoción del peque porque estamos enseñándole a reconocerlas. Ellos se sienten molestos, pero no saben qué les pasa, y somos nosotros quienes le ponemos nombre a ese estado emocional.
      La forma de actuar también es distinta. Si está enfadado, la mayoría de veces rechazan nuestro contacto, incluso que les hablemos, por lo que, si insistimos en acariciarle por ejemplo, podemos subir el tono emocional aún más y lo que queremos y lo que el niño necesita es bajarlo. Cuando está enrabietado necesita conjurar esa explosión interna, pero no pegando a otros ni rompiendo o arrojando objetos. Garrapatear el enfado a mí me da buen resultado. http://espacioduendes.blogspot.com.es/2016/02/garabateando-emociones.html

      Si está triste, en cambio, nada mejor que un abrazo para reconfortarlo. http://espacioduendes.blogspot.com.es/2015/10/pegamento-emocional.html#comment-form

      Al cabo del tiempo, si seguimos ofreciendo modelos de regulación de las distintas emociones, él empezará a tomar el control cuando alguna situación le desborde.

      Os deseo lo mejor a ti y a tu peque. Trata de no angustiarte ni mostrarte ansiosa. Sí tú te angustias hay muchos signos externos que lo delatan (aumenta el ritmo cardiaco, se actúa con nerviosismo, con aceleración, etc.) y el niño se da cuenta de que algo pasa, peor, de que algo le pasa a su mami, pero él no sabe qué es. Eso hará que desconfíe más de otras personas y se aferre aún más a ti.

      Habla con los educadores del jardín, confía en ellos y sobre todo, en la capacidad de adaptación de tu peque. Mira esta entrada, aquí detallo cómo programo y realizamos la adaptación en nuestro centro, tal vez encuentres alguna idea que te sea útil. http://espacioduendes.blogspot.com.es/search/label/Periodo%20de%20adaptaci%C3%B3n

      Un abrazo,
      Lucía.

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