martes, 28 de julio de 2015

Final de curso


A principios de mes, en el trascurso de unas jornadas formativas que participé, alguien me dijo que cuando les hablaba de mi trabajo se me iluminaba la mirada. Como yo no me veo, no puedo certificar tal afirmación, pero sí puedo decir que lo que siento que se me ilumina es el alma. Porque contribuir  a que la mente de un niño se abra al mundo es un honor que muy pocos pueden disfrutar, al mismo tiempo que una responsabilidad abrumadora.  Porque aprender con todos y cada uno de ellos, es una oportunidad única que no se encuentra en ningún manual, ni te enseñan en la carrera.

Aprender, sí. Cada día y de cada situación.



Por ejemplo, de uno de  los peques con gran resistencia a la frustración, (tanto es así que solo escuchar la palabra  "no" ya le hacía enfadar para un buen rato, patear el suelo, esconderse y no querer participar en las actividades), aprendí a prestar más atención a mis palabras y reformular mis correcciones. Así, en lugar de decirle "no chilles", la susurraba con voz queda "habla un poco más bajito". En lugar de decirle "no tires los papeles al suelo", le explicaba "cuando te veo  echar los papeles en la papelera me pongo contenta". Este peque, que al principio se enfadaba por todo y con todos, terminó el curso  regalando sonrisas, convencido de que él es "un chico feliz". O, como ahora le gusta decirse a sí mismo,  exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja y con la autoestima por las nubes, "un chico happy, happy".

De otro peque, con gran dependencia de la madre y poco dado a compartir sus cosas, aprendí que hay que dar tiempo al tiempo para aposentar los sentimientos, que un alma triste no necesita que le digan "no te preocupes que mami enseguida viene a buscarte", porque él no sabe lo que es enseguida pero sí sabe que le estamos embaucando. Aprendí que hay que respetar sus emociones, por nímias que nos parezcan, y, al mismo tiempo, enseñarle a reconocerlas y manejarlas. Aprendí que los juguetes no hay que cederlos con resignación  cuando  lo mandan los mayores, sino cuando  están preparados para ello y experimentan el bienestar que produce compartir.

De ella, tan obstinada al principio, aprendí que esa cabezonería en realidad obedece a un deseo irrefrenable de explorar, aprender, investigar, expandir su pequeño universo. Pero no cuando lo diga la profe ni lo impongan el horario o las rutinas, sino en el preciso momento en que alguna circunstancia del entorno espolea su curiosidad, aunque ese no sea el tema del centro de interés. Y fue preciso aprender a idear actividades novedosas, que entraran por los cinco sentidos y pudieran dar salida a ese ímpetu por aprender.


                         


Te han robado el corazón,
los chiquillos en la escuela,
ellos pasan tú te quedas, 
algo de ti llevarán.

Todos los años, cuando llega esta última semana de curso, esta cancioncilla acompaña mis quehaceres. Y una sensación rara e indescriptible se me derrama. Es una mezcla de nostalgia, porque ya se me han hecho mayores, de serena satisfacción porque nuestro trabajo ha contribuido a su crecimiento personal, de gratitud con los padres, por haber compartido con nosotras estos momentos tan decisivos de sus vidas...

Algo de ti llevarán... No solo ellos, yo también me llevo cosas, tambien intangibles, pero enormemente valiosas. En mi quedan enredados un montón de caricias, abrazos y sonrisas; de ranas juana, garbancitos y caperucitas; de dosis de Arnidol mezcladas con sana-sana culito de rana; de miradas expectantes y ojos asombrados, de carreras persiguiendo mariposas y muñecos de nieve guardados en el congelador, de cuentos a media lengua y canciones a viva voz, de cumpleaños con coronas de gomets y tartas de galleta y  "cocolate", de emociones compartidas, de alegría de vivir... 

Hasta siempre, rapacines. Os llevo en el corazón.

4 comentarios:

  1. Se te ilumina la mirada, el alma y la palabra, Lucía.
    Tienes toda la razón, de los niños se aprende mucho y hay que permitir que desarrollen su personalidad sin condicionarlos, dejando que sean ellos mismos.
    Me ha hecho pensar tu reformulación en positivo. Y lo voy a copiar, con tu permiso. Hay mucha negatividad dentro de nosotros y a nuestro alrededor.
    Haces un trabajo estupendo; sientas las bases para que los niños se conviertan en adultos felices, sensatos y responsables.
    Ten un delicioso verano. Besos, Tania.

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    1. Gracias, Tania. Adultos felices, sensatos y responsables es lo que hace falta.

      Un abrazo,
      Lucía

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